domingo, 11 de junio de 2017

LA ULTIMA NOTICIA

En el día de ayer, un numeroso grupo de refugiados españoles, ha sido recibido por las autoridades de Chiquispúm en un lamentable estado. Gracias al empuje de uno de los refugiados, que comenzó una marcha andando desde el campo de Inferno, la ONG Vive en paz, se hizo eco de sus protestas y enviaron rápidamente ayuda a través de autobuses que les sacarían de aquel horrible país. 
Una vez llegados a Chiquispúm, el relato de sus historias personales hasta llegar aquí, son desgarradoras: pérdidas familiares, pérdidas materiales, xenofobia, racismo, hambre, enfermedad... Parece increible que en el siglo XXI sigamos teniendo noticias como estas.

UNA RUTA QUIJOTESCA

Por fin llegué a la frontera soñada.  ¿Me encontraré con mi amada?  ¿Dejaré de correr por no haber hecho nada? Cuanta angustia y dolor sufrido sin haberlo merecido

Parte I. En la frontera
Llegamos hasta la frontera, imaginando que ahí acabarían nuestras desdichas, nuestro hambre y comenzaríamos una nueva vida en paz y armonía; en la que al fin seríamos libres de las presiones a las que habíamos sido sometidos a lo largo de aquel horrible y eterno viaje.
La policía no dejaba de gritar, empujar, e incluso amenazar con sus enormes metralletas, a todos lo que en aquella montonera humana nos encontrábamos. Era una situación bastante agobiante, y yo que soñaba que ahí acabarían mis males. Ante la gran muchedumbre que allí había, decidieron dejarnos pasar en pequeños grupos de 40 personas para llegar andando al siguiente control policial, que estaba a unos 10 km, donde con algo del dinero conseguido con mis trabajos en la ONG, tendría que tomar un tren que me llevaría a un nuevo control donde tendría que conseguir el asilo. 

Parte II. En el tren:
El tren no era como el AVE que yo había soñado. Era un mercancías viejo, más que viejo, sucio, y que en mi país de origen no serviría ni para los animales. No había espacio entre nosotros, las madres sujetaban a sus bebés en brazos en los pocos asientos que quedaban. Los pasillos eran montonera de personas de todos tipo y condición. Desde luego no era como imaginé. Aquel viaje estaba siendo una pesadilla. Pero era lo que tenía que hacer para llegar al siguiente control policial y conseguir mis papeles. También tenía la opción de tomar un taxi que me llevase al mismo sitio, pero aprovechando la situación, el precio era impagable, porque con lo poco ganado en el campo de refugiados trabajando para la ONG, no me llegaba para pagar al taxista y dejar algo para poder seguir viviendo.
Todo merecía la pena por reunirme con mi amor.

Parte III. La última frontera:
Llegamos al sitio menos deseable para ser inmigrante. Las autoridades nos trataban fatal; entre el pueblo había un exceso de xenofobia que nos afectaba demasiado, porque no sólo no nos ayudaban, sino que nos engañaban para hacernos las cosas más difíciles aún, y si podían nos ponían zancadillas. La policía no era mejor, y si les intentabas pedir ayuda, eran capaces de encarcelarte solo para que no protestaras. El infierno de Dante, seguro que era más agradable.

Parte IV. ¿Las autoridades escuchan?
Aquella situación era insoportable e injusta. Nosotros no habíamos hecho nada malo, tan solo huir de nuestro país para poder ponernos a salvo, con nuestras familias, parte de las cuales habíamos perdido por el camino. ¿Qué maldad era esa? ¿Acaso no se puede estar en desacuerdo con los que mandan? ¿Dónde está la libertad? En esos pensamientos andaba, en aquella tierra de nadie, cuando de repente decidí formar un grupo de personas, que hablaban mi mismo idioma y estaban tan desesperados como yo, para emprender una marcha andando hacía algún lugar donde las protestar de forma que las autoridades del mundo pudieran conocer nuestra situación real y nos pudieran ayudar.
Después de muchos kilómetros andados, vimos a lo lejos como un convoy de autobuses se dirigían hacía nosotros...... y nuestra sorpresa fue, que realmente venía a rescatarnos del infierno. Nuestra protesta llegó hasta las autoridades del país siguiente, y sin dudarlo se pusieron en marcha para llevarnos hasta allí. Cuando cruzamos la última frontera, encontramos un país amable, donde la gente nos recibió con regalos, ropa, comida, y con una sonrisa en su cara que nos hizo sentir como de vuelta a casa.

martes, 16 de mayo de 2017

LAZARILLO A LA FUERZA

Y llegó la primera noche de nuestro primer día en aquel "campo de refugiados". Le contaré a "vuestra merced" como son las cosas por aquí.

TRATADO I. El campo "trampa".
Después de lo que sufrimos por el camino para llegar hasta aquí, lejos de encontrar paz y sosiego, lo que encontré fue un "campo de refugiados militarizado", donde el mínimo saludo, sonaba tan fuerte que daba miedo moverse. Aquellos soldados, imponían demasiado y al igual que habían hecho con otras familias, planeaban ahora mandarnos de vuelta a mi país, donde la situación era cada día peor. Sin documentos, sin dinero, y con miedo, igual que el Lazarillo huyó del ciego, yo escapé de aquel campo trampa, ayudado por la luz de la luna, en el momento en que los guardias iban a cenar.

TRATADO II. El campo "infrahumano".
Oculto en la noche, llegué a un nuevo "campo", donde la gente se amontonaba como podía, en pequeñas tiendas de campaña; donde se hacían pequeñas hogueras para calentar la poca comida que las "autoridades" nos daban; donde la higiene se hacía en el riachuelo que cruzaba el campo de norte a sur; donde nadie llevaba maletas, porque el frío nos obligaba a ponernos encima toda la ropa posible; donde la "humanidad" no existía. Parecía que Dios se había olvidado de nosotros. Los gobiernos tampoco hacían mucho en este tema.
De pronto una mañana bien temprano, las fuerzas del orden de aquel país nos desalojaron a gritos y empujones. Aprovechando el desconcierto, cogí la comida que pude, alguna moneda caída por el suelo, y me escondí para poder seguir mi camino hacía otro lado.

TRATADO III. El campo "improvisado".
Después de dos días vagando por tierras desconocidas, sin rumbo fijo, de pronto presencié ante mis ojos un campamento improvisado, donde un grupo de gente, me acogió con sus brazos abiertos, como al Lazarillo el escudero, y me sentí "como en casa". Pero tras la emoción inicial, me dí cuenta de la realidad: allí Dios tampoco había estado. No había comida, ni agua, ni medicinas, ni ningún gobierno sabía de su existencia, por lo que la situación me obligó a seguir corriendo.

TRATADO IV. Otros campos.
Me sentía como el Lazarillo, abandonado a mi suerte. Mi juventud me permitía seguir huyendo de un campo a otro, buscando mejores condiciones de vida. Me vi obligado a descubrir mi astucia, que hasta ahora no había necesitado. Por varios campos pasé y de todos me escapé. De todos y cada uno de ellos algo aprendí que me serviría para mi tomar mi decisión.

TRATADO V. El campo "ciudad" y de lo que acaeció después.
Por fin llegué a un campo lo más parecido a una ciudad que había encontrado en los últimos meses de mi vida. Se acabaron las tiendas de campaña con agujeros. Se acabaron las manos sucias. Se acabó el hambre. Se acabó el miedo. Aquí la gente podía vivir y esperar con dignidad a que les aceptaran el asilo en algún país civilizado en una de las "casas" que las ONG's habían construido. Estaba en la frontera con el país donde mi amada lo había conseguido. 
Debido a mi juventud, mi necesidad de ganar algo de dinero, y lo que la "vida de refugiado" me había enseñado, en este campo ciudad trabajé para diferentes amos, haciendo esto y aquello, con tal de poder conseguir mi objetivo final. 
Mi último trabajo fue con una de las ONG'S que estaban en el campo, que se ocupaba de intentar escolarizar a los miles de niños que allí se encontraban. 
Uno de los días, cuando me mandaron ir a buscar unos papeles a la oficina general, como un gazapo, me escabullí a través de la valla, y crucé la frontera del país donde mi amor me esperaba. Esa era mi decisión. Al fin conseguí mi objetivo. 







miércoles, 3 de mayo de 2017

LOCUS AMOENUS


Mi madre y yo llegamos a tierra, pero ahí no acabó nuestro sufrimiento. La policía de fronteras nos tenía que identificar, a nosotros, y a todos los que íbamos en el barco. Las colas eran interminables, la espera angustiosa, y el dolor por la pérdida de mi padre, insoportable. Tanatos estuvo más presente de lo deseado.

Refugiados en otro país, donde no sabíamos el idioma, lleno de gente como nosotros; esos policías que no dejaban de gritar y que no conseguía entender; mi madre agotada por el camino y por el dolor; la duda de adónde iríamos a parar.... pensé que no podría soportarlo, cuando de pronto, vi una cara conocida. Ay Dios mio¡ No lo podía creer.... mi amada con su familia presente estaba en frente mía. Afrodita se acordaba de mí por fín.

La alegría era tan grande que las lágrimas brotaron como si mis ojos fuesen una fuente. En ese momento vivimos nuestro reencuentro en locus amoenus. Me sentía tan feliz que creí poder volar como un pajarillo. Me sentía como Aquiles, un Dios con pies ligeros. 

Pero esa ilusión pronto se desvaneció como humo de cigarrillo, cuando me dijo que nos teníamos que volver a separar, puesto que su familia había conseguido asilo político en otro país. Nos prometieron que una vez instalados, harían lo imposible por conseguir que nos pudiésemos reunir con ellos. Sólo pensaba que mi amada fuese como Penélope y me esperase hasta nuestro nuevo y deseado reencuentro definitivo. Esas promesas nos dieron un poco de esperanza para poder continuar nuestro camino hasta el campo de refugiados donde tendríamos que vivir nuestro Carpe Diem particular.

El camino era largo y cansado, pero era nuestro destino más cercano. Mi madre y yo seguimos adelante, hasta llegar a la tienda de campaña que teníamos que compartir con 10 personas más, todos ellos refugiados como nosotros. El cansancio y la desesperanza se apoderaban de mi....

Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero
que muero porque no muero...

lunes, 6 de marzo de 2017

COPLAS A LA MUERTE DE MI PADRE

Primera Parte: Comienza la travesía.

Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir…”

Bien temprano, a las 7 de la mañana, nos estábamos metiendo en aquella barcaza pensada para 50 personas, pero que iba cargada con 80. Todos apretados y con los chalecos que nos dieron, que aunque no parecía muy fiables, ni de mi talla, en caso de naufragio, algo ayudarían. Mis padres y yo nos colocamos en la parte de atrás, mirando hacia el mar que es de la forma que menos te mareas.
Que viaje tan triste, pensando en todo lo que tuve, y que ya no volvería a tenerlo jamás, o al menos, de la forma en que lo tenía antes. Todo quedó en el puerto, salvo lo que pude meter en la mochila: algo de abrigo, algo de comida, un poco de agua y mi móvil.

“Los estados y riqueza,
que nos dejen a deshora
¿quién lo duda?
No les pidamos firmeza,
pues que son de una señora
que se muda,
que bienes son de Fortuna…


Segunda Parte: El mar es el morir.
Se acercaba la primera noche a bordo de aquella barcaza, y teníamos mucho miedo de todo lo que pudiera pasar, ya que el mar, todos los años se cobra muchas vidas humanas, aun habiendo personal de la Cruz Roja en las playas; y ahora que nos enfrentábamos a él en una simple  barcaza, los temores iban en aumento. Sus criaturas marinas, nunca vistas por el día, me daban miedo porque la oscuridad no nos dejaba ver su tamaño, tan solo sentíamos el salpicar del agua cuando pasaban cerca de nosotros.  
Vimos alguna que otra aleta, y estaba claro que era de tiburón. Uno de mis mayores miedos, tenia como culpable al ser humano, aquel que estaba junto a nosotros en la barca, tan apretado y asustado como yo. Os preguntaréis por qué, y yo responderé que era por el simple hecho de que en cualquier momento, cualquiera de ellos podría arrojarnos al mar mientras dormíamos, para ganar algo de espacio en la barca. Total, nadie lo notaria.

“contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando...”

La travesía seguía complicándose cada vez más. De repente, una terrible tormenta apareció por el horizonte, y cuando llegó hasta nuestra barca, las olas empezaron a ser tan grandes, que algunas personas cayeron al mar. En esos momentos, mi miedo eran tan grande, que estaba paralizado. Miraba a mis padres sin poder decir nada; solo lloraba. En un golpe del oleaje, yo caí al mar. Mi madre se quedó paralizada y mi padre se tiró a por mí. Consiguió subirme de nuevo a la barca, pero él no lograba subir porque cada vez nos alejábamos más de su lado, debido al fuerte oleaje. Empecé a llorar de forma desesperada, porque comprendí que aquella era la última vez que vería a mi padre, con el triste recuerdo de que dio su vida por salvar la mía.

Tercera Parte: La Dolorosa pérdida.

Sus grandes hechos y claros,
no cumple que los alabe,
pues no hay nada más triste,
que la pérdida de un padre.

Ese hombre de familia,
de trabajo duro y constante.
Amigo de sus amigos,
y fantástico padre.

Deportista sin descanso,
divertido y hasta ganso.
No será fácil seguir
esta vida sin su abrazo.

"No dejó grandes tesoros,
ni alcanzó muchas riquezas,
pero a su hijo y a su madre,
les enseño gentileza.

Su forma de ver la vida,
tan amable y tan sencilla
es lo que necesita el mundo,
para andar de maravilla.


"y aunque la vida perdió,
dejónos harto consuelo
su memoria"

Cuarta Parte: ¡Tierra a la vista!
Después de tantas desdichas y la pérdida de mi padre en aquel infernal viaje, al fondo vi como un gran barco blanco y naranja, se acercaba hacia nosotros. En seguida me día cuenta de que era un barco de salvamento de alguna ONG, y pensé ¡por fín, llegaremos a tierra firme!.

Abrace a mi madre fuertemente, y en seguida, nos trasladaron a su barco, nos dieron agua, comida, y ropa de abrigo para llegar hasta tierra. No era el país ni el destino soñado, pero al menos estábamos secos y protegidos.

"cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer
cualquiera tiempo pasado
fue mejor".





miércoles, 15 de febrero de 2017

DE LA PRISION, A LA DERIVA

PRIMERA PARTE.

“sino yo triste y cuitado
que vivo en esta prisión
que ni sé cuando es día
ni cuando las noches son”


En el centro de detención de inmigrantes ilegales la situación era horrible. No había casi ventanas, estábamos todos muy apretados, porque era muy pequeño; había un olor insoportable y la poca ropa que nos quedaba estaba sucia y no se podría lavar. De toda esta situación, solo había una cosa buena, y era que mi familia y yo seguíamos juntos.


De vez en cuando, por una de las ventanas, alguien nos traía información del exterior, pero no era muy buena, porque lo cierto es que la situación no mejoraba. Los guardias no dejaban de vigilar, gritarnos en italiano, y tirarnos la poca comida que nos daban. Seguíamos allí encerrados y sin ver el fin de aquella angustia. Pasaron varios días sin noticias del exterior y ya no sabíamos que pensar.

De pronto, un día bien temprano, los guardias abrieron las puertas y nos dejaron salir de allí. Mis padres y yo salimos corriendo en dirección al puerto para intentar subir al barco que nos llevaría a nuestro destino deseado, pero al llegar, el barco había zarpado hacía días.

En un rincón del puerto, encontramos un grupo de personas que intentaban subir a una barcaza que les sacaría de Italia. Nos acercamos, y nos pusimos a la fila. Un hombre, que parecía el "jefe" de aquella barcaza, nos dijo que si queríamos subir, tendríamos que dejar todo el equipaje en tierra y que sólo podríamos viajar con una pequeña mochila. Como queríamos salir de allí lo más rápidamente posible, metimos en la mochila lo más imprescindible: algo de ropa de abrigo, el móvil, mis libros, un poco de comida y el poco dinero que nos quedaba.

Aquello no era el barco que deseábamos. Era una barcaza vieja, sucia, sin chalecos salvavidas adecuados; unos eran muy pequeños, otros muy grandes. Cada uno cogió el que pudo, sabiendo que la seguridad no existia en aquel viaje, pero nos lanzamos a la aventura. La suerte estaba echada.


SEGUNDA PARTE:

La barca fuera del muelle,
madre mía, donde irá.
Lejos de aquella miseria
para no  volver jamás.

Que se haga bueno este viaje, 
porque a la aventura va.
Vamos a una nueva tierra,
donde el futuro sonreirá

“Respondiole su gran madre,


tal respuesta le fue a dar

"Yo no digo mi canción

sino a quien conmigo va".

miércoles, 25 de enero de 2017

CONSEJOS DE PATRONIO


Cuando estaba en la fila para subir al barco, un hombre se acercó a mi familia y a mí, ofreciéndonos otra posibilidad de llegar a nuestro destino todos juntos. Esta consistía en trasladarnos por tierra hasta Italia, donde podríamos coger un barco que nos llevaría a nuestro destino final. Para ello, nos pedía una cantidad de dinero que podíamos pagar, pero que era muy alta, y nos dejaría con muy pocos recursos económicos para empezar la nueva vida.

La otra opción, era viajar por separado en el barco y reunirnos en Italia nuevamente. Ante aquella situación, decidí consultar con un amigo, al que conocí en el albergue en Valencia donde pasamos unos días.

- Querido amigo; tengo que tomar una dura decisión. Como ya sabes, tengo que llegar a Italia, pero aún no se si ir con mi familia todos juntos, o llegar hasta allí, cada uno por su lado, como ocurrirá si subo a este barco. Cualquier de las dos opciones, me parece muy buena y aterradora a la vez. Pero, ¿tú qué harías?

- Como buen lector que soy, te voy a contar un cuento para que te ayude en tu decisión. Por favor, medítala bien, y nunca te precipites.

"En una villa vivía un hombre muy sabio que no tenía otra ocupación ni otro trabajo sino el de vender consejos. Un mercader, cuando se enteró, fue a casa de aquel hombre tan sabio y le pidió que le vendiese uno de sus consejos. El sabio le aconsejó que, cuando se sintiera muy ofendido y quisiera hacer algo lleno de ira, no se apurase ni se dejara llevar por la cólera hasta conocer bien toda la verdad.

»Y sucedió que el mercader partió por mar a lejanas tierras y, al partir, estaba su mujer embarazada. Allí permaneció tanto tiempo, ocupado en sus negocios, que el pequeño nació y llegó a la edad de veinte años. La madre, que no tenía más hijos y daba por muerto a su marido, se consolaba con aquel hijo, al que quería mucho como hijo y llamaba «marido» por el amor que tenía a su padre. El joven comía y dormía siempre con ella, como cuando era un niño muy pequeño, y así vivía ella muy honestamente, aunque con mucha pena, pues no le llegaban noticias de su marido.
»El mercader consiguió vender todas sus mercancías y volvió con una gran fortuna. Cuando llegó al puerto de la ciudad donde vivía, no dijo nada a nadie, se dirigió a su casa y se escondió para ver lo que pasaba.
»Hacia el mediodía, volvió a casa el hijo de aquella buena mujer y su madre le preguntó:
»-Dime, marido, ¿de dónde vienes?
»El mercader, que oyó a su mujer llamar marido a aquel mancebo, sintió gran pesar, pues creía que estaba casada con él o, en todo caso, amancebada, porque el hombre era muy joven, y esto le pareció al mercader una horrible ofensa.
»Pensó matarlos, pero, acordándose del consejo que le había costado una dobla, no se dejó llevar por la ira.
»Al atardecer se pusieron a comer. Cuando el mercader los vio así juntos, aún tuvo mayores deseos de matarlos, pero por el consejo que vos sabéis, no se dejó llevar por la cólera.
»Mas, al llegar la noche y verlos acostados en la misma cama, no pudo más, y se dirigió hacia ellos para matarlos. Pero, acordándose de aquel consejo, aunque estaba muy furioso, no hizo nada. Y antes de apagar la candela, empezó la madre a decirle al hijo, entre grandes lloros:
»-¡Ay, marido mío! Me han dicho que hoy ha llegado una nave de las tierras a las que fue vuestro padre. Por el amor de Dios os pido que vayáis al puerto mañana por la mañana muy pronto, y quiera Dios que puedan daros noticias suyas.
»Cuando el mercader oyó decir esto a su esposa, acordándose de que, al partir él, ella estaba encinta, comprendió que aquel joven era su hijo.
»Y no os maravilléis si os digo que el mercader se alegró mucho y dio gracias a Dios por evitar que los matara, como había querido hacer, lo que habría sido una horrible desgracia para él. También os digo que dio por bien gastada la dobla que el consejo le costó, pues siempre lo recordó y nunca actuó precipitadamente.
-Querido amigo, con esto me has ayudado más de lo que puedes creer.  Aún con mucho miedo por la separación de mi familia, voy a subirme a este barco camino de Italia. Es una decisión meditada y gracias  a tu cuento, he entendido que, aunque la opción de ir todos juntos por tierra era muy atractiva, me he dado cuenta de que es preferible viajar por separado y no gastar más dinero del necesario. Gracias.
Después de varios días de navegación, tuvimos que parar en Italia, porque había exceso de pasajeros; pero no se acabaron los problemas, ya que al amarrar el barco, las autoridades italianas nos requisaron la documentación y nos llevaron a un centro de detención de inmigrantes ilegales. Según nos dijeron, era de forma preventiva y eventual hasta que se aclarase nuestra situación, pero después de tanto sufrimiento, ya no se qué pensar.
MORALEJA

Con la ira en las manos nunca debes obrar,si no, da por seguro que te arrepentirás.