lunes, 6 de marzo de 2017

COPLAS A LA MUERTE DE MI PADRE

Primera Parte: Comienza la travesía.

Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir…”

Bien temprano, a las 7 de la mañana, nos estábamos metiendo en aquella barcaza pensada para 50 personas, pero que iba cargada con 80. Todos apretados y con los chalecos que nos dieron, que aunque no parecía muy fiables, ni de mi talla, en caso de naufragio, algo ayudarían. Mis padres y yo nos colocamos en la parte de atrás, mirando hacia el mar que es de la forma que menos te mareas.
Que viaje tan triste, pensando en todo lo que tuve, y que ya no volvería a tenerlo jamás, o al menos, de la forma en que lo tenía antes. Todo quedó en el puerto, salvo lo que pude meter en la mochila: algo de abrigo, algo de comida, un poco de agua y mi móvil.

“Los estados y riqueza,
que nos dejen a deshora
¿quién lo duda?
No les pidamos firmeza,
pues que son de una señora
que se muda,
que bienes son de Fortuna…


Segunda Parte: El mar es el morir.
Se acercaba la primera noche a bordo de aquella barcaza, y teníamos mucho miedo de todo lo que pudiera pasar, ya que el mar, todos los años se cobra muchas vidas humanas, aun habiendo personal de la Cruz Roja en las playas; y ahora que nos enfrentábamos a él en una simple  barcaza, los temores iban en aumento. Sus criaturas marinas, nunca vistas por el día, me daban miedo porque la oscuridad no nos dejaba ver su tamaño, tan solo sentíamos el salpicar del agua cuando pasaban cerca de nosotros.  
Vimos alguna que otra aleta, y estaba claro que era de tiburón. Uno de mis mayores miedos, tenia como culpable al ser humano, aquel que estaba junto a nosotros en la barca, tan apretado y asustado como yo. Os preguntaréis por qué, y yo responderé que era por el simple hecho de que en cualquier momento, cualquiera de ellos podría arrojarnos al mar mientras dormíamos, para ganar algo de espacio en la barca. Total, nadie lo notaria.

“contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando...”

La travesía seguía complicándose cada vez más. De repente, una terrible tormenta apareció por el horizonte, y cuando llegó hasta nuestra barca, las olas empezaron a ser tan grandes, que algunas personas cayeron al mar. En esos momentos, mi miedo eran tan grande, que estaba paralizado. Miraba a mis padres sin poder decir nada; solo lloraba. En un golpe del oleaje, yo caí al mar. Mi madre se quedó paralizada y mi padre se tiró a por mí. Consiguió subirme de nuevo a la barca, pero él no lograba subir porque cada vez nos alejábamos más de su lado, debido al fuerte oleaje. Empecé a llorar de forma desesperada, porque comprendí que aquella era la última vez que vería a mi padre, con el triste recuerdo de que dio su vida por salvar la mía.

Tercera Parte: La Dolorosa pérdida.

Sus grandes hechos y claros,
no cumple que los alabe,
pues no hay nada más triste,
que la pérdida de un padre.

Ese hombre de familia,
de trabajo duro y constante.
Amigo de sus amigos,
y fantástico padre.

Deportista sin descanso,
divertido y hasta ganso.
No será fácil seguir
esta vida sin su abrazo.

"No dejó grandes tesoros,
ni alcanzó muchas riquezas,
pero a su hijo y a su madre,
les enseño gentileza.

Su forma de ver la vida,
tan amable y tan sencilla
es lo que necesita el mundo,
para andar de maravilla.


"y aunque la vida perdió,
dejónos harto consuelo
su memoria"

Cuarta Parte: ¡Tierra a la vista!
Después de tantas desdichas y la pérdida de mi padre en aquel infernal viaje, al fondo vi como un gran barco blanco y naranja, se acercaba hacia nosotros. En seguida me día cuenta de que era un barco de salvamento de alguna ONG, y pensé ¡por fín, llegaremos a tierra firme!.

Abrace a mi madre fuertemente, y en seguida, nos trasladaron a su barco, nos dieron agua, comida, y ropa de abrigo para llegar hasta tierra. No era el país ni el destino soñado, pero al menos estábamos secos y protegidos.

"cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer
cualquiera tiempo pasado
fue mejor".