miércoles, 25 de enero de 2017

CONSEJOS DE PATRONIO


Cuando estaba en la fila para subir al barco, un hombre se acercó a mi familia y a mí, ofreciéndonos otra posibilidad de llegar a nuestro destino todos juntos. Esta consistía en trasladarnos por tierra hasta Italia, donde podríamos coger un barco que nos llevaría a nuestro destino final. Para ello, nos pedía una cantidad de dinero que podíamos pagar, pero que era muy alta, y nos dejaría con muy pocos recursos económicos para empezar la nueva vida.

La otra opción, era viajar por separado en el barco y reunirnos en Italia nuevamente. Ante aquella situación, decidí consultar con un amigo, al que conocí en el albergue en Valencia donde pasamos unos días.

- Querido amigo; tengo que tomar una dura decisión. Como ya sabes, tengo que llegar a Italia, pero aún no se si ir con mi familia todos juntos, o llegar hasta allí, cada uno por su lado, como ocurrirá si subo a este barco. Cualquier de las dos opciones, me parece muy buena y aterradora a la vez. Pero, ¿tú qué harías?

- Como buen lector que soy, te voy a contar un cuento para que te ayude en tu decisión. Por favor, medítala bien, y nunca te precipites.

"En una villa vivía un hombre muy sabio que no tenía otra ocupación ni otro trabajo sino el de vender consejos. Un mercader, cuando se enteró, fue a casa de aquel hombre tan sabio y le pidió que le vendiese uno de sus consejos. El sabio le aconsejó que, cuando se sintiera muy ofendido y quisiera hacer algo lleno de ira, no se apurase ni se dejara llevar por la cólera hasta conocer bien toda la verdad.

»Y sucedió que el mercader partió por mar a lejanas tierras y, al partir, estaba su mujer embarazada. Allí permaneció tanto tiempo, ocupado en sus negocios, que el pequeño nació y llegó a la edad de veinte años. La madre, que no tenía más hijos y daba por muerto a su marido, se consolaba con aquel hijo, al que quería mucho como hijo y llamaba «marido» por el amor que tenía a su padre. El joven comía y dormía siempre con ella, como cuando era un niño muy pequeño, y así vivía ella muy honestamente, aunque con mucha pena, pues no le llegaban noticias de su marido.
»El mercader consiguió vender todas sus mercancías y volvió con una gran fortuna. Cuando llegó al puerto de la ciudad donde vivía, no dijo nada a nadie, se dirigió a su casa y se escondió para ver lo que pasaba.
»Hacia el mediodía, volvió a casa el hijo de aquella buena mujer y su madre le preguntó:
»-Dime, marido, ¿de dónde vienes?
»El mercader, que oyó a su mujer llamar marido a aquel mancebo, sintió gran pesar, pues creía que estaba casada con él o, en todo caso, amancebada, porque el hombre era muy joven, y esto le pareció al mercader una horrible ofensa.
»Pensó matarlos, pero, acordándose del consejo que le había costado una dobla, no se dejó llevar por la ira.
»Al atardecer se pusieron a comer. Cuando el mercader los vio así juntos, aún tuvo mayores deseos de matarlos, pero por el consejo que vos sabéis, no se dejó llevar por la cólera.
»Mas, al llegar la noche y verlos acostados en la misma cama, no pudo más, y se dirigió hacia ellos para matarlos. Pero, acordándose de aquel consejo, aunque estaba muy furioso, no hizo nada. Y antes de apagar la candela, empezó la madre a decirle al hijo, entre grandes lloros:
»-¡Ay, marido mío! Me han dicho que hoy ha llegado una nave de las tierras a las que fue vuestro padre. Por el amor de Dios os pido que vayáis al puerto mañana por la mañana muy pronto, y quiera Dios que puedan daros noticias suyas.
»Cuando el mercader oyó decir esto a su esposa, acordándose de que, al partir él, ella estaba encinta, comprendió que aquel joven era su hijo.
»Y no os maravilléis si os digo que el mercader se alegró mucho y dio gracias a Dios por evitar que los matara, como había querido hacer, lo que habría sido una horrible desgracia para él. También os digo que dio por bien gastada la dobla que el consejo le costó, pues siempre lo recordó y nunca actuó precipitadamente.
-Querido amigo, con esto me has ayudado más de lo que puedes creer.  Aún con mucho miedo por la separación de mi familia, voy a subirme a este barco camino de Italia. Es una decisión meditada y gracias  a tu cuento, he entendido que, aunque la opción de ir todos juntos por tierra era muy atractiva, me he dado cuenta de que es preferible viajar por separado y no gastar más dinero del necesario. Gracias.
Después de varios días de navegación, tuvimos que parar en Italia, porque había exceso de pasajeros; pero no se acabaron los problemas, ya que al amarrar el barco, las autoridades italianas nos requisaron la documentación y nos llevaron a un centro de detención de inmigrantes ilegales. Según nos dijeron, era de forma preventiva y eventual hasta que se aclarase nuestra situación, pero después de tanto sufrimiento, ya no se qué pensar.
MORALEJA

Con la ira en las manos nunca debes obrar,si no, da por seguro que te arrepentirás.



domingo, 8 de enero de 2017

EL MILAGRO DE STANBROOK

La Madre Gloriosa, tan ducha en acorrer
la que suele a sus siervos en las cuitas valer
a este condenado quísolo proteger
recordose el servicio que le solía hacer…
Llegamos al puerto, donde nos teníamos que encontrar con "Peter", que era el hombre que nos daría la posibilidad de subir al Stanbrook, y comenzar el viaje a una nueva vida lejos de la guerra que nos estaba tocando vivir.

"Peter", era un hombre pequeño, arrugado, con cara de pocos amigos y la voz muy ronca y rota, pero al que teníamos que sonreír y escuchar amablemente, pues en sus manos estaba nuestro futuro. Sin los pasajes que tenía, no podríamos subir al barco. Su nombre real nunca lo supimos, pero así nos dijo que le llamáramos, para no poder ser identificado por algún mando militar que le dejaría encarcelado en el país, o lo que es peor, fusilado.

"Peter" nos dirigió hacia un refugio en el que tendíamos que permanecer unos días, hasta que él volviese con nuestros billetes. El sitio olía muy mal, y tenía unas condiciones pésimas, porque no estábamos solos; allí se encontraban al menos una docena de familias en la misma situación que nosotros, es decir, todas querían huir de aquella horrible guerra, y tomar el barco hacía "la libertad", y todos esperábamos la llegada de "Peter" con nuestros pasajes para comenzar el viaje, pero los días pasaban y él no volvía.

En el refugio, solo había un lavabo para todos, y la falta de higiene hizo que comenzaran las enfermedades. Mi familia era de las pocas que quedaba sana, pero yo no podía ver como los niños pequeños deliraban por la fiebre, y como yo era el que más en forma estaba, decidí salir de aquel agujero para conseguir medicinas que les pudiesen curar, porque en esas condiciones, no les dejarían subir al barco, después de haber pagado a precio de oro el viaje, igual que nosotros.

Una vez en la ciudad, conseguí medicamentos y algo de comida para ayudar a aquellas pobres familias y alimentar a la mía. También intenté buscar a "Peter", que se había llevado nuestro dinero, y hacía ya muchos días que no aparecía ni sabíamos nada de él. Pero mi intención fue fallida, ya que al ser una ciudad desconocida para mí, llegó un momento que me desesperé, dejé la búsqueda y regresé al refugio.

A la mañana siguiente, cuando menos lo esperábamos, apareció "Peter" con los billetes del barco de todos y cada uno de nosotros. Salimos del escondite y nos dirigimos de nuevo al puerto, pero esta vez, para por fin subir al barco. Había una larguísima fila y mientras me llegaba el turno, me entristecí y alegraba a la vez, ya que dejaría atrás mi país, en el que había vivido toda mi infancia, y a la vez, huiría a un sitio donde todo iría mejor.

Al barco he de subir, y tocará decidir
si quedarme en tierra, o con mi madre partir.
En el barco nos separan, y tengo que decidir.
Que tendría que hacer yo para salír de allí.