miércoles, 3 de mayo de 2017

LOCUS AMOENUS


Mi madre y yo llegamos a tierra, pero ahí no acabó nuestro sufrimiento. La policía de fronteras nos tenía que identificar, a nosotros, y a todos los que íbamos en el barco. Las colas eran interminables, la espera angustiosa, y el dolor por la pérdida de mi padre, insoportable. Tanatos estuvo más presente de lo deseado.

Refugiados en otro país, donde no sabíamos el idioma, lleno de gente como nosotros; esos policías que no dejaban de gritar y que no conseguía entender; mi madre agotada por el camino y por el dolor; la duda de adónde iríamos a parar.... pensé que no podría soportarlo, cuando de pronto, vi una cara conocida. Ay Dios mio¡ No lo podía creer.... mi amada con su familia presente estaba en frente mía. Afrodita se acordaba de mí por fín.

La alegría era tan grande que las lágrimas brotaron como si mis ojos fuesen una fuente. En ese momento vivimos nuestro reencuentro en locus amoenus. Me sentía tan feliz que creí poder volar como un pajarillo. Me sentía como Aquiles, un Dios con pies ligeros. 

Pero esa ilusión pronto se desvaneció como humo de cigarrillo, cuando me dijo que nos teníamos que volver a separar, puesto que su familia había conseguido asilo político en otro país. Nos prometieron que una vez instalados, harían lo imposible por conseguir que nos pudiésemos reunir con ellos. Sólo pensaba que mi amada fuese como Penélope y me esperase hasta nuestro nuevo y deseado reencuentro definitivo. Esas promesas nos dieron un poco de esperanza para poder continuar nuestro camino hasta el campo de refugiados donde tendríamos que vivir nuestro Carpe Diem particular.

El camino era largo y cansado, pero era nuestro destino más cercano. Mi madre y yo seguimos adelante, hasta llegar a la tienda de campaña que teníamos que compartir con 10 personas más, todos ellos refugiados como nosotros. El cansancio y la desesperanza se apoderaban de mi....

Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero
que muero porque no muero...

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