miércoles, 15 de febrero de 2017

DE LA PRISION, A LA DERIVA

PRIMERA PARTE.

“sino yo triste y cuitado
que vivo en esta prisión
que ni sé cuando es día
ni cuando las noches son”


En el centro de detención de inmigrantes ilegales la situación era horrible. No había casi ventanas, estábamos todos muy apretados, porque era muy pequeño; había un olor insoportable y la poca ropa que nos quedaba estaba sucia y no se podría lavar. De toda esta situación, solo había una cosa buena, y era que mi familia y yo seguíamos juntos.


De vez en cuando, por una de las ventanas, alguien nos traía información del exterior, pero no era muy buena, porque lo cierto es que la situación no mejoraba. Los guardias no dejaban de vigilar, gritarnos en italiano, y tirarnos la poca comida que nos daban. Seguíamos allí encerrados y sin ver el fin de aquella angustia. Pasaron varios días sin noticias del exterior y ya no sabíamos que pensar.

De pronto, un día bien temprano, los guardias abrieron las puertas y nos dejaron salir de allí. Mis padres y yo salimos corriendo en dirección al puerto para intentar subir al barco que nos llevaría a nuestro destino deseado, pero al llegar, el barco había zarpado hacía días.

En un rincón del puerto, encontramos un grupo de personas que intentaban subir a una barcaza que les sacaría de Italia. Nos acercamos, y nos pusimos a la fila. Un hombre, que parecía el "jefe" de aquella barcaza, nos dijo que si queríamos subir, tendríamos que dejar todo el equipaje en tierra y que sólo podríamos viajar con una pequeña mochila. Como queríamos salir de allí lo más rápidamente posible, metimos en la mochila lo más imprescindible: algo de ropa de abrigo, el móvil, mis libros, un poco de comida y el poco dinero que nos quedaba.

Aquello no era el barco que deseábamos. Era una barcaza vieja, sucia, sin chalecos salvavidas adecuados; unos eran muy pequeños, otros muy grandes. Cada uno cogió el que pudo, sabiendo que la seguridad no existia en aquel viaje, pero nos lanzamos a la aventura. La suerte estaba echada.


SEGUNDA PARTE:

La barca fuera del muelle,
madre mía, donde irá.
Lejos de aquella miseria
para no  volver jamás.

Que se haga bueno este viaje, 
porque a la aventura va.
Vamos a una nueva tierra,
donde el futuro sonreirá

“Respondiole su gran madre,


tal respuesta le fue a dar

"Yo no digo mi canción

sino a quien conmigo va".

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